sábado, 16 de enero de 2010

EL MILAGRO DE REDJESON

Haití,12 de enero de 2010. La Tierra tiembla con furia sobre el país más pobre de América, sin dar tregua a sus pobladores.Un terremoto brutal de 7.3 en la escala de Ricther golpea la capital. Como si el apocalipsis azotara con su llegada sin piedad, así se muestra el primer balance de los hechos. Las crónicas que nos llegan son descorazonadoras.

La destrucción, la sacudida mortal se ha llevado por delante a decenas de miles de vidas humanas, gente sepultada dentro de sus propias casas, riadas de cadáveres inundan las calles confirmando el infierno en la Tierra . La devastación y el sobrecogimiento es total. La crisis humanitaria se desata. Un pueblo sin organización ni medios se enfrenta a la dura realidad, a un complicado dolor, donde familias enteras han perecido.
Es algo dantesco ver las imágenes, mostrando el desconsuelo, el horror en los ojos de niños y mayores, incrédulos ante tanta barbarie, cientos de personas muertas apiladas en las calles, donde el fino hilo entre la vida y la muerte es un grito de SOS al mundo. Sin alimentos, sin agua, sin asistencia sanitaria, conscientes de su destino, e intentando evitarlo,comenzando los saqueos y pillajes. La supervivencia es el mayor reto ahora.

La comunidad internacional y ,sin que sirva de precedente , se ha volcado, y está desde el minuto uno coordinando para ayudar a este olvidado pueblo, acudiendo al rescate de los más desvalidos. EEUU se ha erigido como el protector de los haitianos enviando miles de soldados para ordenar un poco la situación. La UE también ha ido en su ayuda con los medios técnicos, sanitarios, económicos de que disponen:bomberos, médicos sin fronteras, voluntarios de ONG's. La solidaridad de estos momentos nos demuestra que no todo está perdido.
La ONU afirma que la magnitud del seísmo ha superado sus medidas de acción. Es un drama tremendo.
El tiempo urge, y las posibilidades de encontrar a más supervivientes va contrarreloj. El milagroso rescate de Redjeson por bomberos españoles nos da esperanza de que la labor es impagable.

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