continuamos con nuestro cinismo, mirando para
otro lado, sin echar una mano, comprobando como se muere de hambre gran parte de su población, y nosotros con nuestras neveras repletas, tirando a la basura demasiados excedentes, ignorando una realidad palpable...¿y si dejamos de mirarnos el ombligo?
Este siglo, lejos de resolver los problemas que venimos teniendo, los acrecentamos con nuestra insolidaridad, con nuestra pasividad más extrema.
La tasa de mortalidad infantil se está incrementando, dependen de la ayuda internacional que apenas les llega porque es insuficiente, y sus propios gobiernos se quedan con el racionamiento, para especular, hacer negocio, con el sufrimiento de miles de vidas humanas que no tienen que llevarse a la boca, cuando el conteo de muertes por inanición pone los pelos de punta a cualquiera que tenga corazón.
Sin niños no puede haber esperanza, y nosotros se lo estamos negando con nuestra actitud condescendiente con los poderes patrios que permiten esta miseria humana, esta mezquindad.
Me resisto a formar parte de un asesinato al continente negro, cuando realmente se podría evitar si hubiera verdaderas ganas de resolverlo.
Ellos somos nosotros, les hacemos agonizar, cuando estamos agonizando como sociedad, tan adelantada para unas cosas y tan dejada en un asunto tan vital como éste. Realmente queda todo por hacer, y el camino no está exento de obstáculos, pero no podemos seguir impasibles ante el genocidio consentido, silencioso que se está llevando a cabo.
El objetivo para este nuevo milenio es sencillo, pero difícil de llevar a la práctica:
--La salud y la comida deben ser un derecho humano, que no se puede arrebatar a nadie, y no como decian en esos encuentros de altos cargos mundiales, considerarlo necesidad humana sólamente.
Porque todos tenemos derecho a una oportunidad....
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