miércoles, 31 de diciembre de 2008

HAB 321

Después de todo, no tenía mejor aspecto. Aún se podía leer el dolor en su cara. Opté por silenciar las respuestas que le urgía saber.
(¡Lo siento!)
Apenas murmuraba un nombre -¡MAMÁ!-reiterándolo.
Esa palabra descubría todavía un hilo de vida.
¡Qué sola me vas a dejar!-suspiré.
Movió los ojos buscándome, encontrándome, angustiado, abandonándose, haciéndome testigo del instante de su partida. El momento nos arrastró a una suerte aciaga, misteriosa. Calibré el alcance de todo aquello, una auténtica sensación incontenida, torrente desconsolado.
Asistí duramente a la experiencia, que dejó una huella indeleble en mí.
Recordé los últimos días, tan cenicientos, pero surgían las voces que celebraban el encuentro, que co-respondían.
Regresé de mi ensimismamiento,pálida, segura de que la instantánea jamás se borraría. Jamás.
Me pregunté, examinando mi mente, si aquello era cierto. Asentí.

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